0389 Mi guía y protector, el espíritu de vigilancia. Relación entre el alumno y el profesor
26 de abril de 1938: Libro 9
Percibe las Palabras de tu Señor.
La continuación de tu vida está controlada. Siempre cuando tu corazón lo desea, se realizará un intercambio puramente espiritual. Percibirás Enseñanzas divinas, y la Gracia del Señor te facilitará la plena comprensión de lo que anotas. Pues no son pocos los que están preparados para darte, los que quieren participar en tu trabajo espiritual. Cada vez más reconocen la tarea que te está encomendada. Con un afán diligente están deseosos de transmitirte bienes espirituales mediante la conexión íntima.
En el grupo de doctrinadores y mensajeros encargados por Dios se encuentra uno que parece del todo a tu naturaleza y que te tiene mucho afecto. Cada vez de nuevo se dedica a ti, con toda entrega, observando tu trabajo y animándote en tus aspiraciones. Su tarea más importante en el Más Allá está dedicada a aquellos que, voluntarios, consagran sus actividades al Señor; pues se esfuerza continuamente por fomentarlos. Todas las Enseñanzas espirituales que ahora te llegan, él las examina minuciosamente; de modo que mientras él te atienda a ti y tu labor, estarás bien protegida.
Los diversos seres que te rodean están igualmente preocupados por ti, porque cada uno desea surtir efecto mediante tu ayuda... para que mediante un ser terrenal solícito puedan aplicar sus actividades amorosas a las almas ignorantes confiadas a ellos.
Las condiciones espirituales en que se encuentra la humanidad precisan urgentemente del apoyo por seres espirituales amorosos - sólo que estos pocas veces están escuchados por los humanos; y menos aún encuentran ayuda directa por seres humanos solícitos.
Una vez que un alma se haya unido tan intensivamente con el Más Allá que se ha hecho capaz y dispuesta para recibir Enseñanzas espirituales, entonces hay muchos seres espirituales que quisieran servirse de esta disposición... Todos quieren comunicarse, y por eso siempre se mantienen cerca de ti. Pero tu espíritu de vigilancia –tu guía y protector– debe agraciarte conforme a tus fuerzas. Pues, tu voluntad es buena, pero tus fuerzas son todavía insuficientes.
El Amor del Señor hace que continuamente te llegue su Palabra, de modo que serás instruida y te harás receptiva para Enseñanzas y Sabidurías divinas que dentro de poco te llegarán más fácilmente - eso siempre que te entregues a tu tarea con amor y, lleno de confianza, a tu protector espiritual. Este se ha encargado de presentarte todas las Enseñanzas del Salvador, y su preocupación por ti es continua. Gracias a su amor inmenso al Salvador, también su actividad amorosa es sumamente animada y abarca a todas las almas que subordinan su voluntad incondicionalmente al Señor. Siendo así, puede surtir efecto sobre los corazones y avivar en ellos el amor al Salvador divino, hasta que el protector y el protegido se complementen en este amor. Así la comunicación de todo lo espiritual resulta cada vez más fácil, el ser terrenal aprende fácilmente lo que le está comunicado desde Más Allá, y en su profundo amor al Salvador se dedica más y más abnegadamente a su tarea. Porque hasta qué punto las Enseñanzas divinas encuentren acogida en el corazón humano, esto siempre depende del grado de amor.
De modo que si el realizador de la transmisión de lo espiritual aplica su obra de amor a un ser humano amoroso y dispuesto, el amor de este al Salvador arderá cada vez más vivamente, con lo que en tal amor ardiente todas las Sabidurías y Enseñanzas divinas siempre serán recibidas y acogidas en el corazón. En este plan el ser humano de la Tierra debe formar y desarrollarse, ¡porque el alumno debe hacerse parecido a su maestro!
El único deber que un profesor pone a su alumno debe ser resuelto a la satisfacción del Maestro divino, por lo que, incansablemente, te atiende la fuerza espiritual que te fue otorgada como guía y protector - la que desempeña su misión con gran alegría...
El ser que continuamente te rodea, que conduce tus pensamientos y que te aprecia mucho es el servidor más querido del Señor, es Juan...
Amén.
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