3529 La fe formal - La convicción de fe
30 de agosto de 1945: Libro 45
En tiempos de gran necesidad terrenal se aclara el estado espiritual de cada individuo en eso, de que la fe o está consolidada o se pierde por completo, si fue anteriormente sólo una fe formal, que aún no podía convencer a los hombres. Muchos caen en apostasía de la fe, su mirada está aún muy terrenalmente dirigida, y ellos no pueden hacer compatible el suceso mundial y su propio destino con la Divinidad eterna, de quien sólo esperan una vida feliz terrena a causa de su ignorancia. Ellos quieren reconocer sólo a un Dios, quien les regale todas las ventajas y comodidades de la vida, pero no les es comprensible de que ellos mismos, por ligereza, se pierden, a causa de su conducta, un bienestar en la tierra, a causa de su lejanía de Dios. Cuanto más grave es la necesidad que se les es dirigida, tanto más se alejan ellos de Él, Lo rechazan, no se resignan en su destino, sino que murmuran y se quejan, tratando ellos mismos de disminuir su estado calamitoso mediante hechos injustos y procedimientos contra el prójimo exentos de amor. Su fe en Dios era sólo una fe de forma, la cual no resistió una seria prueba, porque era sin valor y primero tiene que llegar a ser una fe convencida. Son sólo pocos hombres, los que en tiempos de apuros se aprietan más estrechamente a Dios, porque creen en Él firmemente y no se dejan disuadir de esta fe. Ellos ven los sufrimientos como lo que son, como un medio, por medio del cual Dios quiere ganarse a los hombres que Le han renegado. Ellos piden incesantemente a Dios por fuerza y son también capaces de soportar el sufrimiento. Esa fuerza se la dá la fe, y Dios no abandona a los Suyos, es decir, a los que creen en Él y se refugian en Él en toda necesidad. Pero el estado de los incrédulos es desesperado, mientras dén sólo atención a los sucesos terrenales y no reflexionen sobre el sentido y finalidad de ellos.
Pero tiene que verificarse una aclaración, pues la fe formal no es ninguna fe, así como Dios la pide, ella ha sido transmitida escolarmente a los hombres y aún no se ha hecho viva en ellos mismos; es una fe muerta, la cual no fomenta el alma en su desarrollo y de ahí que exija una fuerte prueba, para que por ella le sea claro al hombre respecto a su pensar y su actitud o posición hacia Dios, quien Le deniega, impresionado por la necesidad y el suceso terrenal, por el propio destino, tendrá que ir a través de pruebas mayores, para que gane, sí, aún la fe, o él se perderá y pertenecerá en el fin a aquellos que están y son condenados, los que cuentan entre los del enemigo de Dios y por eso reciben el castigo justo, la marcha de nuevo por la nueva creación, tienen que dejarla otra vez atrás con objeto de su remisión.
Los fieles están igualmente expuestos a fuertes pruebas, pero una convicción de fe no se deja fácilmente estremecer, y Dios asiste y está con los que le son fieles, con los que resisten y perseveran en todas las pruebas y tanto más intimamente se juntan a Dios, porque creen firmemente en Él y Su Amor, Omnipotencia y Sabiduría. Y esta fe firme les será premiada en el último día del Juicio, donde Dios Mismo los introduce en el Paraíso, donde toda pena encuentra un fin y ellos son sumamente felices en la presencia de Dios.
Amén
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