0428 Suplemento de la comunicación Nº 410
23 de mayo de 1938: Libro 9
De modo que el camino por la Tierra no es más que un tránsito a las regiones eternas, y siempre es el mismo hombre quien prepara su situación en esas regiones. Si llegó al fin de su vida terrenal aspirando continuamente a bienes espirituales, entonces su futura vida en el Más Allá no supondrá una pesadilla para él, y no tendrá que temer la hora de la muerte. Dejará la Tierra atrás para cambiarla por esferas celestiales que le encantarán. Pero el regreso interior a Dios tiene que haberse realizado previamente. Si el hombre quiere lograr la madurez espiritual que le garantiza una disolución integral de su envoltura, tiene que haberle precedido la unión con el Ser supremo. De lo contrario, la envoltura humana no se separará tan fácilmente del alma. Pues, pese a que el alma haya dejado su cuerpo físico atrás, todavía no será libre porque el espíritu aún habrá quedado con la envoltura pegada a ella. Por eso el alma no es aún realmente libre, y las mismas ataduras de la Tierra todavía le impiden que pueda alzarse a alturas superiores. Por lo que permanecerá en un estado idéntico al de la Tierra ya que en el Más Allá continuará en la misma ignorancia y obstinación. Frecuentemente el alma ni siquiera es consciente de que ya ha dejado la Tierra atrás. Vuestro espíritu siempre se encontrará en una esfera afín a él. Si todavía estando en la Tierra el alma ya ha alcanzado el estado de madurez, entonces entrará inmediatamente en esferas llenas de luz en cuanto abandone el cuerpo físico. Ya no le hará falta pasar en el Más Allá por un camino de luchas infinitamente largo parecido al de la Tierra pero que no resulta tan fácil como en ella. Por eso no os entreguéis a la ilusión de que en el Más Allá todavía podréis preocuparos por la maduración de vuestra alma, porque os resultará muchísimo más difícil y os costará lágrimas reconocer haber aprovechado tan mal el tiempo de vuestra estancia en la Tierra. Por eso es mejor que la criatura todavía imperfecta piense con temor en el Más Allá y se dedique con ahínco a lograr un máximo grado de perfección estando todavía en la Tierra, que no hacerse la ilusión de que en el Más Allá pueda recuperar lo que desaprovechó en ella.
Toda la miseria y aflicción de la vida en la Tierra carecen de importancia comparadas con la lucha que semejantes almas imperfectas tienen que sostener en el Más Allá. Porque allí no tendréis las mismas posibilidades que aquí en la Tierra. Muy dura será vuestra lucha hasta que todo lo mundano se haya separado de vuestro espíritu y este llegue a la madurez necesaria para poder ser aceptado en un nuevo Reino de Luz. Así es como hay que entender que el estado de hombre es impuesto al alma hasta que la misma alcance el grado de madurez predeterminado para ella.
Amén.
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