Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/6929

6929 El Libro de los libros – Investigación intelecutal

27 de septiembre de 1957: Libro 74

Lo que vuestro intelecto jamás podrá investigar, eso puede ser aclarado por el espíritu en vosotros, si eso vosotros se lo permitís en la libre voluntad. Vosotros os creéis más o menos capaces de investigar, o también os confiáis en otros hombres investigadores, de que os pueden proporcionar resultados conforme a la Verdad. Pero olvidáis de que hay un ámbito donde el intelecto humano solo no puede penetrar, ni por muy alto que esté desarrollado y sea capaz de solucionar fácilmente problemas terrenales. Ese ámbito le está a él cerrado, mientras él no me pida entrañablemente a Mí de que Yo Mismo le abra la puerta, para que él pueda formarse una idea. Ese ámbito sin Mí le es imposible sondear, y Yo únicamente determino a quien Yo le dirijo el saber, a quien Yo introduzco en la Verdad, a quien Yo le descubro los misterios, a quien soluciono Yo los problemas, que rozan por eso el ámbito espiritual. Pues Yo solo sabe, quien emplea bien tal saber y a quien le es útil y le sirve en bendición.

Por cierto que todos los hombres pueden alabarse felices de recibir una luz, sobre eso que aún les está oculto. Pero la luz supone como condición previa un claro recipiente limpio, purificado que impida un enturbiamiento. El saber supone un grado de madurez previo, de lo contrario sería sin valor por completo para el hombre y a él no le podría aportar ningún conocimiento, Y es ese grado no alcanzado aún, entonces ni el más agudo entendimiento se orientará en ese ámbito. Permanecerá siendo oscuro para él, mientras su espíritu no pueda darle la luminosidad. Y por eso de nada sirve si se busca sabiduría en los hombres que se creen, erróneamente, ser capaces de poder dar explicación; los que siempre pueden hablar tan sólo del resultado puramente intelectual. De nada sirve tampoco, si un hombre trata de procurarse un saber de los libros, y aunque sea también el Libro de los libros, la Escritura, la que si bien contiene un verdadero saber, pero la que es para un lector aún inmaduro un libro con siete sellos o lacras, aunque a él le sean todas las letras en ella conocidas. Cierto que todo hombre puede sacar para si un provecho de ella, si él da crédito a las palabras que él bien puede comprender, si él toma con seriedad las indicaciones a una recta conducta y vive correspondientemente a ellas. Porque entonces también se elevará el estado muy poco maduro de su alma al principio, y una pequeña vislumbre brillará ya en él, pero primero es debido llevar una conducta de vida correspondiente a Mi Voluntad para ello, la que se reconoce bien de la Escritura.

Mas quien cree que la Escritura le aporta el conocimiento máximo, quien cree que ese conocimiento puede ser obtenido por el estudio, a través del conocimiento exacto de las letras, ese se equivoca muchísimo. Pues ese intento ha sido hecho ya tantas veces y trajo siempre solamente mayor confusión, porque cada investigador y cada investigar llegaba a otros resultados, excepto aquellos que se entregaban a Mi con humildad infantil y amor, a cuyo espíritu Yo iluminé y así, pues, pude concederles también una idea y ojeada de acceso a los que Yo Mismo podía introducirlos en la Verdad, como Yo lo he prometido. Y de modo que ni la ciencia ni la fe muerta investigará el ámbito, cuya iluminación Yo Mismo me la he reservado: A la Luz llegará siempre sólo quien se ha preparado en un recipiente, en el que Yo pueda derramar a Mi Espíritu, cuya seria aspiración en la tierra es, formarse por lo pronto en el amor, el que se esfuerza por cumplir Mi Voluntad, la cual está basada en la ley del eterno Orden, la que exige siempre de vosotros sólo una conducta y modo de vivir en el amor, para que vuestro ser se ajuste a Mi Ser original y entonces es el desbordar de Mi Espíritu en vosotros la consecuencia inevitable de ello.

Caminad en el amor y seréis, pues, por Mi Espíritu entroducidos en el ámbito que sin amor está cerrado a todo hombre. Pues primero por el amor os hacéis Mis hijos, y a Mis hijos, que en verdad, no los privaré de nada, a Mis hijos Yo Mismo los introduciré en la Verdad, como Yo lo he prometido.

Amén

Traducido por Pilar Coors