Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/6810
6810 Resurrección en el tercer día
20 de abril de 1957: Libro 73
Es decisivo cómo vosotros, los seres humanos, profesáis mi Obra de Redención, si creéis en una Vida después de la muerte, en una resurrección desde la tumba, y en una entrada en el Reino del Más Allá. Porque la Obra de Redención, mis Sufrimientos y mi muerte en la cruz, encontraron su coronación en la Resurrección en el tercer día, la que antes ya debía confirmar todas mis Enseñanzas... la que a los seres humanos debía servir de prueba que con la muerte del cuerpo la Vida no ha acabado, sino que entonces empieza la Vida espiritual - si el hombre vive conforme a mi Enseñanza.
Evidentemente se pone mi Resurrección en duda y la consideran como leyenda... pues tampoco hay manera de probarla. Enseñanzas como estas o se acepta o se rechaza. También la fe como tal es un efecto de mi Obra de Redención o una señal de que el hombre está redimido mediante Jesucristo, que el ser humano cree en Él como Redentor divino - de modo que también se sirve de las Gracias de la Obra de Redención.
Pero el hecho que mi cuerpo ha salido visiblemente del sepulcro no significa que “la carne” haya resucitado, sino que mi envoltura corporal se había espiritualizado completamente por mis sufrimientos y mi muerte en la cruz. De modo que se trataba del vestido espiritual que el Alma se había puesto, y lo que Yo hice visible para los seres humanos, sólo para demostrarles que ahora la muerte había perdido todos sus sustos porque Yo la había vencido.
Mi paso por la vida en la Tierra debía indicar a los seres humanos el camino que de las profundidades llevaba a las Alturas; y a todas mis Enseñanzas añadí la promesa que los esperaba una Vida eterna. Pero Yo exigía la fe en Mí en Jesucristo... Pero esta la encontré muy poco, e incluso mis discípulos tenían una fe muy débil, y se llevaron un susto mortal cuando Yo me entregué a mis enemigos. Su fe no era suficientemente fuerte para que creyeran que Yo también era un Señor de la muerte, y por eso no consideraban mis Palabras: «En tres días volveré a reedificar este Templo...».
De todos que formaban parte de mi séquito más íntimo, cuando tenían que experimentar mi muerte en la cruz, se apoderó de ellos una gran aflicción porque para ellos algo se había derrumbado...
Yo quería venir para prestarles Ayuda, para volver a fortalecer su fe y, a la vez, demostrarles que Yo soy un Señor de la Vida y la muerte. Por eso hice que algo sucediera visiblemente, algo que está destinado a todas almas: que no pueden morir sino que se despertarán en otro Reino - en un Reino que está concebido conforme al tren de vida que ellos habían llevado en la Tierra.
El alma sale del cuerpo, y este, dado que todavía está inmaduro, se queda atrás. Por eso el hombre no tiene pruebas para una resurrección después de la muerte - pruebas, que por otra parte no le pueden ser suministradas por el bien de su libre voluntad. Pero Yo podía hacer que el cuerpo surgiera a la vez, porque sus sustancias se habían espiritualizado, de modo que no hay por qué poner en duda mi Resurrección en el tercer día.
Pero no me podían ver todos los seres humanos, sino únicamente los Míos, a los que he aparecido porque les había anunciado mi Resurrección en el tercer día y porque su grado de madurez lo permitía... Pero aquellos que encontraron mi sepultura vacía, se imaginaban explicaciones de sobra para la desaparición de mi cuerpo, de modo que para ellos no hubo imperativo para fe alguna.
Yo había resucitado de los muertos...
Los hombres sólo podían matar mi cuerpo, pero después de mi muerte en la cruz incluso este ya no sucumbía a las leyes naturales pues ya se había liberado de cualquier atadura... Raras veces un ser humano alcanza en la Tierra el grado de maduración necesario para que después de la muerte del cuerpo terrenal las sustancias del cuerpo se puedan asimilar al alma; y por eso la fe en una resurrección es muy débil o combinada con conceptos erróneos. Por eso la Redención por Jesucristo debe haber precedido, porque un hombre que todavía está cargado con su culpa del pecado todavía se encuentra totalmente en el poder de mi adversario... y este sofocará cada pensamiento en una posible resurrección, de modo que siempre procurará influir sobre el hombre en el sentido negativo y presentar mi Obra de Redención y mi Resurrección como algo no digno de confianza.
Pero que la Resurrección realmente ha tenido lugar en el tercer día, ningún hombre lo va a poner en duda si realmente profesa completamente a Jesucristo y su Obra de Redención, porque a él se lo comunica mi Espíritu, y sus pensamientos están guiados correctamente por Mí porque mediante mi Espíritu Yo puedo surtir efecto en cada ser humano que, en Jesucristo, ha vuelto a encontrarme. Él tampoco ya va a palpar la muerte porque entrará en la Vida que Jesucristo le ha prometido... ha escapado de la muerte, porque se escapó de aquel que ha traído la muerte al mundo, y de este se ha escapado huyendo a Mí en Jesucristo... Y en el momento de su inclinación a Jesucristo ya ha resucitado de los muertos... sólo ahora ha llegado a ser vivo, y eternamente nunca ya va a perder su Vida.
Pero tampoco el infiel perecerá, porque también él sólo perderá su cuerpo terrenal. Él no perderá la existencia de su alma, sólo que esta entrará en el Reino del Más Allá en un estado que es parecido a la muerte... La tumba aún la mantendrá encerrada, y si no Jesucristo mismo hace rodar la losa sepulcral, el alma también permanecerá encerrada en su tumba. Pero el Redentor divino murió para todos en la cruz, y un día venidero a cada alma tocará la hora de la resurrección... porque una vez ella misma me llamará a Mí en Jesucristo, Yo no dejaré que se extinga su llamada sin haberla atendido...
Entonces ella saldrá de la tumba y se despertará a la Vida... entonces las tinieblas sepulcrales se disiparán y el alma podrá ver la Luz... porque Yo he muerto para todos los seres humanos, y también aquellos que “descansan” en sus tumbas se enterarán que Yo he resucitado para todos los seres humanos, y que doy la Vida a cada uno que tan sólo desea vivir...
Amén.
Traducido por Ion Chincea