Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/6290
6290 Golpes del destino (III). Remedios para su curación
21 de junio de 1955: Libro 68
Las heridas que os debo infligir si no quiero que incurráis en la muerte eterna verdaderamente no son una expresión de Ira o de falta de Amor, y tampoco son señales de castigos justos por vuestras faltas... No son sino remedios para quitar enfermedades de las que vosotros mismos sois los culpables y responsables para quitároslas; pues son necesarias para que vuestra alma recobre la salud.
Por vuestra propia culpa salisteis del Orden, porque de lo contrario vuestra suerte no sería sino mera bienaventuranza. Creedme que con mucho más gusto os preparo bienaventuranzas... pero creedme también que vosotros mismos me lo hacéis imposible si salís de mi Orden. Yo intento todo para volver a llevaros al Orden divino, para que de nuevo os pueda deleitar ilimitadamente...
Cuanto más penuria, pesar, miseria y enfermedad se manifiestan en la Tierra, tanto más graves son las infracciones contra mi Orden. Tan sólo de la misma miseria vosotros los hombres podéis deducir a qué nivel bajo habéis llegado; porque me gustaría verdaderamente más ver a los hombres bienaventurados en vez de tener que hacerles llegar innecesariamente desgracias penosas para restablecer mi Orden eterno. Aunque el individuo opine que no es un pecador tan grande como la desgracia que le ha tocado, vosotros los hombres no conocéis los contextos ni el efecto de una desgracia en todo su contorno. Porque si a un individuo ha tocado la mala suerte, tampoco sabéis a quién esta sirve para su maduración, ni sabéis con qué antes de vuestra encarnación como hombre vosotros mismos estabais dispuestos a cargaros voluntariamente21... Pero Yo sé de todo y, verdaderamente, no os cargo con un fardo mayor de lo que podéis soportar... Además, cuando la cruz os pesa demasiado, Yo mismo me ofrezco como portador de ella.
Por desgracia, frecuentemente no os servís de mi Ayuda, y por eso os quejáis de la carga y refunfuñáis que es demasiado pesada para vosotros. Es el Amor que os había inducido a ofreceros a portar un fardo de cruz... pero en la vida terrenal no sabéis por qué debéis sufrir - los que, gracias a vuestra voluntad, creéis formar parte de los Míos... Pero Yo quiero que vosotros también sin saber la causa andéis tranquilos y fielmente vuestro camino, y que con devoción os carguéis con vuestra cruz... Yo quiero que siempre os dobleguéis bajo mi Voluntad, conscientes de que Aquel al que os sometéis es un Dios del Amor, y que todo que viene de Él redundará en vuestro beneficio.
Por eso no os rebeléis contra vuestro destino, pase lo que pase. Si queréis pertenecer a Mí, entonces no os quejéis y no protestéis, sino siempre sed seguros de que sólo es para vuestro bien... que siempre se trata de Ayuda y del restablecimiento de mi Orden desde eternidades... y sed seguros de que un día venidero lo reconoceréis y me estaréis agradecidos de que os haya facilitado ir este camino - aun con todos sus fastidios y golpes del destino, pero también con mi Amor que es el motivo para todo que os concierne... pues mi Amor no quiere sino que lleguéis a ser bienaventurados.
Amén.
Traducido por Meinhard Füssel