5226 Apóstoles del último tiempo
4 de octubre de 1951: Libro 58
Vosotros, los que están dispuestos a servirme y a trabajar para Mí, es vuestra misión , para la que os he contratado, la de divulgar el Evangelio. Divulgar el Evangelio significa de llevar a los hombres la Verdad, así como ella ha tomado de Mí su origen.
Mas Yo tengo un enemigo que combate siempre la Verdad, y por lo tanto también a vosotros, los que habéis de representar la Verdad ante el mundo. Y por eso a Mis discípulos les surgirán siempre enemigos, hombres que son enemigos de la Verdad, cuyo afán es denigrarlos, es decir de comprometerla como engaño. Sus argumentos no podrán rechazarse tan fácilmente, porque Mi enemigo lucha con gran astucia y habilidad, él sabe donde tiene que aplicar, para que tenga éxito: en la ignorancia, en la incapacidad de discernir la Verdad del error.
Y como Yo conozco su intención y actuar, me he formado Yo Mismo combatientes: a hombres que Yo puedo instruír por completo en la Verdad, y cuyo entendimiento es igualmente tan agudo, que pueden refutar lógicamente toda clase de objeción, si es necesario. Pero tampoco ellos se quedarán sin ser importunados por el enemigo de la Verdad, pues precisamente un portador de la Verdad significa para él el peligro de que sea desenmascarado, porque ese trabaja con Mi Fuerza.
Entre los hombres existe una gran confusión. Ya no reconocen más Mi Palabra pura, ellos tratan de interpretar Mi Palabra según su propio criterio, y se apartan cada vez más de la Verdad, porque el pensamiento intelectual sólo crea cada vez más grandes confusiones, y el corazón, como la puerta de entrada a la sabiduría, permanece cerrado.
Mi Palabra se ha vuelto a los hombres desconocida y por eso quiero Yo llevársela a ellos de nuevo. Que ella les sea ofrecida por Mis elegídos, por discípulos, a los que Yo he enseñado del mismo modo, e introducido en un saber, como a Mis apóstoles cuando Yo caminaba sobre la tierra. Mi gran Amor se la ofrece cada vez de nuevo a los hombres, para darles luz, porque andan en la oscuridad y son cada vez más flojos en sus conocimientos. La Palabra deformada no tiene ya mucha fuerza, y sólo unos pocos son capaces de encontrar el verdadero sentido de Mis Palabras, si ella se les es ofrecida. Y así les presento a los que Yo instruyo, a causa de su posterior magisterio, la eterna Verdad de nuevo, para que ellos después puedan transmitirla a sus semejantes en la forma más pura, lo que ellos han recibido de Mi Mismo. Pero estos Mis servidores, tienen que subordinarse totalmente a Mí, no deben oír lo que digan los hombres, ellos sólo deben acatar Mi Palabra y representarla también ante el mundo lo que ellos han obtenido de Mí y por Mí, del Reino espiritual.
Ellos tienen que tener una fuerte fe y una firme voluntad, y esa voluntad tiene que ir dirigida sólo a Mí. Entonces están aptos para el magisterio, y ellos llevarán en verdad Mi Evangelio afuera en el mundo. Sin embargo, cuanto más se acerque el fin, con tanta más intensidad arremeterán contra la muralla de vuestra fe. Pues aunque un hombre esté evidentemente “enseñado por Dios”, los hombres del mundo no admiten tal cosa, y el actuar de Satanás se reconoce allí precisamente, donde tan sólo un resplandor de la Luz de lo alto propaga claridad.
Tanbién en la fila de los Míos ocasiona él confusión, y por eso os exhorto Yo, a que estéis atentos, para que él no tenga éxito y se vaya extinguiendo la lucecita. Quien en Mi Nombre divulgue el Evangelio, a ese lo protejo Yo Mismo del error, tan pronto como él sea por Mí Mismo elegido para esa misión. Pero él que se hace él mismo de un maestro, sin haber sido él nombrado por Mí, porque él no tiene la aptitud para ello, ese reconocerá difílmente el actuar de Satanás, y ese correrá peligro él mismo, de considerar el error como Verdad.
En el último tiempo tiene Satanás gran poder, el que Yo no le reduzco, mas vosotros hombres podéis debilitárselo, si os dirigís con el corazón a Mí, y me elegís a mi de combatiente contra él. Entonces él no puede confundiros, pues con espíritu lúcido reconoceréis lo qué es Verdad y lo qué es error.
Amén
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