Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/4983

4983 Noveno y décimo Mandamiento

15 de octubre de 1950: Libro 56

Los hombres que todavía languidecen en la materia también se desviven para esta con todos sus sentidos...

Pero el objetivo de la vida en la Tierra como hombre es vencer la materia... soltarse de ella... matar todo deseo por lo que el mundo ofrece a los hombres... Porque únicamente superando todo esto el alma alcanza la madurez necesaria para entrar en el Reino espiritual.

No hace falta que la añoranza de cosas terrenales sea un pecado, a pesar de que estorba al hombre en su desarrollo hacia lo Alto. Pero fácilmente puede inducir al pecado porque el deseo procura conseguir el objeto de su añoranza - y eso frecuentemente de manera ilegal.

Cuanto más grande y fuerte es una pasión por cosas que procuran al cuerpo un placer, tanto más todos los esfuerzos y afanes del hombre están orientados hacia ella... lo que puede despertar en él inclinaciones y propiedades malas que pueden perjudicar al congénere. Por eso, a vosotros los hombres, os he dado el Mandamiento:

“¡No desearás la mujer de tu prójimo ni tampoco sus cosas como casa, campo, siervo o sierva, ni nada de cuanto a tu prójimo pertenece!”.

Para vosotros toda propiedad del congénere debe ser sagrada, pues no debéis procurar de apropiaros de lo que pertenece al prójimo. Tan sólo el pensamiento de querer quitárselo ya es un pecado, pues revela su voluntad y las tinieblas en que se encuentra su alma que aún no conoce el amor.

Aunque ante vuestros semejantes procuréis ocultar la frialdad de vuestros corazones, a Mí me resulta manifiesta por vuestros deseos. Y si tan sólo miráis los bienes de vuestro prójimo con deseos de tenerlos, en vuestros pensamientos ya faltáis al Mandamiento del amor al prójimo, porque en él no veis a vuestro hermano al que debéis amar como a vosotros mismos. El mismo derecho que reclamáis ante él –que respete vuestras riquezas– también lo debéis conceder a él. Debéis alegraros cuando el prójimo está bien, y debéis ayudarle para que aumenten sus bienes. Entonces ya estáis exitosos en vuestra lucha por vencer la materia, y obtendréis más tesoros de los que jamás podríais quitar a vuestro prójimo; porque el amor al prójimo os será recompensado por mi Amor que os dará un Tesoro de Gracia imperecedero - un Tesoro que excede todos los bienes y alegrías terrenales.

Por eso, si no quieres faltar contra el Mandamiento del amor al prójimo –el que sólo os di para facilitaros el camino hacia la Altura–, respeta y protege también la propiedad de tu prójimo y prívate de toda codicia, porque únicamente por el amor al prójimo podéis ganaros mi Amor, y únicamente por el amor podéis llegar a ser bienaventurados.

Amén

Traducido por Meinhard Füssel