Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/3591

3591 Fe en un Ser sumamente perfecto....

31 de octubre de 1945: Libro 46

La creencia en la omnipotencia de Dios da al ser humano paz interior tan pronto como siente el poder del amor de Dios dentro de sí mismo a través de su propia obra de amor; por ahora está seguro del amoroso cuidado de su Padre, Que le ofrece protección segura en cada peligro del cuerpo y del alma. Reconocer a Dios como un Ser sumamente perfecto significa estar convencida de Su amor, sabiduría y omnipotencia, y esta es una fe profunda que beneficia el ser humano en todos los sentidos. Un Ser sumamente perfecto sólo quiere el bien para todas Sus criaturas, y Él también determinará el camino del ser humano en la Tierra según Su discreción, ya que le traerá el mayor éxito. Y nada será imposible para este Ser porque Su voluntad y Su poder hacen que todo sea posible.

Por tanto, una fe profunda debe garantizar la paz interior de Quien se siente criatura de Aquel, Que es sumamente perfecto. Porque la perfección sólo puede querer crear de nuevo algo perfecto o redirigir de regreso a la perfección algo que se ha vuelto imperfecto. Y como esta voluntad es decisiva, cada acontecimiento sólo servirá a este fin y, por tanto, será bueno, aunque los seres humanos no lo reconozcan a menos que sean profundamente creyentes, es decir, convencidos del amor, de la sabiduría y de la omnipotencia de Dios. Saber que uno mismo está al cuidado del Ser superior debe hacer feliz a la persona y eliminar todas las preocupaciones. Pero el requisito previo para ello es la creencia de que ningún otro poder puede frustrar los planes del Ser supremo y, por lo tanto, ya no hay que temer a otro poder tan pronto como el ser humano se confía al Ser supremo.

Dios tiene el mayor poder en el cielo y en la Tierra, y cualquier poder opositor es pequeño ante Él. Pero el amor de Dios abarca todo lo que tiende hacia Él, lo que Le reconoce a Él, lo que vive en la fe a Él. Y este amor obra unido con el poder, por lo que toda la ejecución de la voluntad divina es un acto de amor divino, y como el poder y el poder de Dios es ilimitado, toda voluntad también puede realizarse. Pero donde el amor de Dios determina Su voluntad, ya no es necesaria toda preocupación que los seres humanos tengan por su bienestar en la Tierra....

Donde reinan el amor y la sabiduría, donde la omnipotencia es ilimitada y lo que realiza el amor, la sabiduría y la omnipotencia y a qué apunta a la perfección, allí hay un Ser activo Que es insuperable en Su perfección y entregarse a Éste garantiza la suerte más bendita en la Tierra y en la eternidad, porque el ser, que es la criatura del Ser más supremo nunca necesita tomar en serio sus propias necesidades y preocupaciones, por lo que la Deidad Eterna Se hace cargo de todo cuidado de la criatura, que se entrega a sí mismo y su voluntad a Él.

La fe profunda en Dios por tanto, da al ser humano tranquilidad y paz, porque se sabe guiado y protegido y tampoco teme las resistencias que tiene que superar en aras de la madurez de su alma. Constantemente obtiene fuerza de Dios y saldrá victorioso en cada lucha de su alma con su adversario. Ya el reconocimiento de la perfección del Ser Supremo es una fe profunda hace al ser humano esperanzador y libre de preocupaciones. Porque lo que el hombre teme sólo pueden ser los efectos de la imperfección, es decir, el obrar del adversario de Dios o de su propia insuficiencia. Y cuando ambos se enfrentan a la perfección a través de su propia devoción, lo primero se derrumba en sí mismo y todo temor desaparece del humano, porque el Ser más perfecto puede todo y quiere todo lo que es bueno. Y sólo hay que temer el mal si un ser humano no reconoce a Dios.

Por eso es absolutamente necesaria una fe profunda si un ser humano quiere alcanzar la paz interior y pasar su vida terrenal con la esperanza despreocupada de un final feliz. Pero quien carece de esta fe, su vida será una lucha constante con los poderes de las tinieblas, y esto significa inquietud constante, miedo al destino y dudas interiores mientras la persona tenga la voluntad debilitada y aún no se haya decido a favor o en contra de Dios.

El apóstata de Dios, sin embargo, es apoyado por las fuerzas del inframundo, y su vida terrenal puede fingir paz y despreocupación, pero su alma nunca participa de ello, y al final de su vida terrenal llega la gran miseria del alma, que ahora está a merced de los poderes de las tinieblas, porque ella reconoció a éstos en la Tierra y no al Ser Supremo, Que en Su perfección también intentó a conquistar esta alma, pero fue constantemente rechazado porque el ser humano carecía de fe, sin el cual no hay ascenso espiritual, ni dicha, ni paz interior....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise