Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/3248
3248 Dios se manifiesta en la Palabra...
8 de septiembre de 1944: Libro 42
La obra de Dios sale a la luz de manera inequívoca en cuanto la necesidad espiritual de la humanidad lo requiere. Dios es un Dios de amor, no se separa nunca de Sus criaturas, a las que ha dado una vida libre, que si la usan correctamente les otorga la más alta libertad y perfección. Pero tan pronto como amenazan con perder esta vida libre, tan pronto como llegan a un estado que significa hundirse para ellos en una completa servidumbre, Dios Mismo se le pone en su camino obviamente, pero solo reconocible para aquellos que son de buena voluntad... pero no toca la libertad de voluntad, sino que trata de despertar la voluntad... Y así Dios será reconocible para algunas personas, pero permanecerá desconocido para la mayoría porque carecen de voluntad para hacerlo.
Dios no abandona a Sus criaturas a su suerte tan pronto como la debilidad de la voluntad las ha llevado a la angustia espiritual, sin embargo, cada ser humano individual es formador de su vida futura, según su voluntad. Puede ser una vida en la más plena libertad y en la más alta dicha, así como una vida que más bien puede llamarse muerte, en servidumbre y en el mayor de los tormentos. Este último el amor de Dios quisiera apartarlo, y por eso aparece donde todavía hay posibilidad, para cambiar la mente de una persona. Y se expresa en las formas más variadas, según el grado de desarrollo y la madurez del ser humano.
La Divinidad eterna se manifiesta, pero solo con persona profundamente creyentes para quienes esta apariencia ya no significa ninguna compulsión a creer... Sin embargo, también se expresa notablemente donde la fe es débil, y depende de la persona misma cómo evalúa esto... Sólo necesita creer que el amor de Dios no deja a ninguna criatura necesitada de alma, entonces las diversas maneras de obrar de Dios le será explicable, y entonces cada fenómeno extraordinaria gana en importancia. Y así Él también se da a conocer en la Palabra que Él Mismo transmite a la gente de una manera extraordinaria... Este es un proceso de transcendental importancia que tiene que ser explicado una y otra vez.
Dios habla a los hombres, y con toda la verdad... Pero el hombre nunca se ha contentado con Su Palabra divina, sino que ha tratado de complementarla por su propia cuenta, y el resultado de esto fue que la pura Palabra de Dios, como originalmente fue dado por Él, se entremezcla con palabras humanas, que probablemente fueron añadidas en el mejor sentido, pero siempre perjudicaron la pureza de la Palabra divina. Las personas que no son de espíritu iluminado no son capaces de separar la pura Palabra de Dios de la obra humana adicional, y por lo tanto siempre significa un peligro para ellas si no son asistidas por personas iluminadas, cuya primer tarea consiste en aclarar ambigüedades, para refutar enseñanzas erróneas y poner afuera la pura palabra divina si surgen contradicciones.
Porque Dios, como la verdad eterna Misma, no se complace en el error y la mentira, y una y otra vez busca poner la verdad en su lugar. Y una y otra vez transmite la verdad pura a los hombres terrenales dispuestos que voluntariamente se ofrecen a servirle; Él da información comprensible y pacientemente sobre cuestiones que aún no se han aclarado o que dan lugar a opiniones diferentes. Él instruye a esos siervos para que hablen en Su lugar donde se requiere difundir la verdad. Entonces se expresa de manera evidentemente, porque deja surgir visiblemente una obra, que da a conocer Su amor, Su obra y Su sabiduría... Él hace accesible esta obra a los hombres y por medio de ella les da gracias sobre gracias...
Pero la voluntad del hombre permanece libre, no está obligado a reconocer esta verdad divina como tal; sin embargo, sólo obtiene gracia y bendición de ella, si acepta con fe lo que se le ofrece con amor. Su voluntad es decisiva, pero no la voluntad de Dios... por consiguiente, la voluntad de la persona también determina su condición futura, su vida en la eternidad... si esta es una vida feliz o una muerte espiritual para él... la voluntad de Dios jamás es decisiva para el curso del desarrollo y el grado de madurez del hombre, sino únicamente la voluntad del hombre. La voluntad divina ciertamente le acerca todas las posibilidades que son favorables para el progreso espiritual, pero el ser humano debe evaluarlas por sí mismo por su propia voluntad, de ninguna manera está obligado a hacerlo, sino solo guiado en el amor paternal en cuanto se deja guiar.
Se ofrece al hombre una extraordinaria oportunidad para madurar en la aceptación de la Palabra divina, por lo que se trata de un don de la gracia de Dios, que le puede reportar el mayor éxito si lo utilizo. Así que la voluntad primero debe volver a ser activa si la gracia de Dios ha de tener un efecto sobre él. Y para que esta voluntad sea estimulada, Dios hace una aparición extraordinaria revelándose a las personas de una manera que se desvía de lo cotidiano... eliminando el pensamiento intelectual de una persona y sin embargo poner por escrito sabiduría espiritual que da a conocer la voluntad de Dios que debe ayudar a los hombres a llevar una forma de vida conforme a Su voluntad.
Dependiendo del nivel de creencia, el hombre ahora obtendrá bendiciones de estas proclamaciones, y esto especialmente en el último tiempo, cuando esta Palabra divina sola dará a los hombres fuerza y consuelo y será una prueba segura de la permanencia divina entre los hombres. Y así Dios se hace visible a través de Su Palabra, Él les habla, audiblemente por todos, a quienes Su Espíritu ilumina, porque Le aman, Exigen la verdad y también considerarán posible Su obra porque escucharán interiormente en silencia, y se les permitirá recibir la gracia de Dios y participarán de Sus bendiciones, porque el libre albedrío decide aceptar y así permite la eficacia de la gracia divina. Y estos son los que adquieren para sí el reino de Dios, que después de la muerte entran en el reino de luz, a la vida eterna, lo que significa actividad constante y dicha inimaginable en la cercanía de Dios...
amén
Traducido por Hans-Dieter Heise