Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/3158
3158 Proclamar el Evangelio en todo el mundo...
14 de junio de 1944: Libro 41
La luz siempre se proporciona a aquellas personas que están abiertas a ella a través del mundo espiritual. Siempre depende de la voluntad humana si es receptivo a ella y en qué medida y cuán profundo está en la verdad. Pero la verdad divina es el Evangelio, que por lo tanto se proclama dondequiera que se den los requisitos previos para ello. El primer requisito previo es el deseo ferviente de la verdad, de lo contrario, el Evangelio no será reconocido como tal y, por lo tanto, no se difundirá. De modo que los hombres mismos ponen los límites de la proclamación del Evangelio allí donde se hacen incapaces de reconocerlo por su voluntad, aunque es ofrecida en todas partes por hombres que cumplen todas las condiciones para que la Palabra de Dios pueda ser transmitida a la tierra.
La palabra de Dios es de un poder incomparable, hace saber al hombre, es decir, le da el conocimiento del gobierno y la obra de Dios, de Su amor, sabiduría y omnipotencia y de Su eterno plan de Redención. Este conocimiento es tan sumamente valioso y hace feliz, porque solo cuando haya absorbido este conocimiento cobrará vida en espíritu, vive conscientemente en la bienaventurada certeza de poder participar en la gran gloria de Aquel, Que es su Creador, Que es su Padre desde el principio. Y todo ser humano puede adquirir esta certeza dichosa en cuanto abre su oído a la Palabra de Dios, que le es transmitida por los siervos designados de Dios o se le imparte mentalmente, si abre su corazón en el deseo de ella, para que el Espíritu divino le puede enseñar directamente. Y así se proclama el Evangelio en todo el mundo...
Donde no se acepta, allí los hombres permanecen ciegos en espíritu, permanecen en la ignorancia, que es su parte por su anterior apostasía de Dios. Y estos tampoco reconocerán nunca que el Evangelio está siempre y constantemente proclamado en el mundo. Este último no depende de características externas o de ciertas circunstancias o de una mediación esquemática bajo ciertas condiciones, sino únicamente de la voluntad del ser humano, ya sea que acepta o no. Y es por eso que no se puede establecer un cierto periodo de tiempo para cuando la Palabra de Dios obviamente se extienda en la tierra. La única certeza es que siempre y en todas partes el mundo espiritual lleno de luz dirige Su Palabra en la tierra en el nombre de Dios, dondequiera que quiera ser recibida, para que el Evangelio sea proclamado en todo el mundo...
amén
Traducido por Hans-Dieter Heise