Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2869
2869 Sometiendo la voluntad a la voluntad de Dios....
4 de septiembre de 1943: Libro 37
Lo único que Dios exige de vosotros es la sumisión incondicional a Su voluntad, y esta exigencia ciertamente no es difícil de cumplir si Le amáis con todo el fervor de vuestro corazón. Pues el amor se somete voluntariamente, el amor busca conformarse, es decir, hacer justicia a la voluntad de Aquel a Quien se dirige. No se debe obligar al humano a adaptar su voluntad a la voluntad divina, sino que el amor a Dios debe determinar que se absorba en Su voluntad, entonces el humano no da nada, sino que recibe.... Ahora, a través de la voluntad igual a Dios, le afluye también la fuerza para poder poner en acción su voluntad, y se convierte en candidato al reino espiritual, lo que significa que también puede disfrutar de las glorias y deleites de este reino, que es feliz y que en él se cumple la promesa de Cristo: “Lo que ningún ojo humano ha visto, ni ningún oído humano ha oído, lo he preparado para los que Me aman....”
El humano no debe ofrecer la más mínima resistencia a Dios si quiere ser inundado con la fuerza de Dios, y lleno de amor debe dirigirse hacia Aquel Cuya voluntad le hizo surgir, de cuyo amor surgió.... Y así su amor tiene que impulsarlo a hacerse completamente Suyo. Su amor debe determinarle a renunciar a su propia voluntad y querer sólo lo que corresponde a la voluntad de Dios, es decir, ser de la misma voluntad que Él. Entonces renuncia a su propia voluntad, pero recibe infinitamente más a cambio.... se vuelve libre y fuerte.... Antes es débil e impotente ante su propia voluntad, tan pronto como esta voluntad se dirige contra Dios; Pero si subordina su voluntad a Dios, entonces habrá logrado su objetivo terrenal; Él Le eligió a Dios por su propia voluntad y su amor por Él provocó esto.
Y Dios también premia con Su amor esta libre decisión y lo inunda con Su fuerza. El humano ha cumplido los requisitos de Dios, ha superado la separación de Dios, se ha unido a Dios sometiendo su voluntad y ahora no puede querer nada más que Dios Mismo, y esta armonía de voluntad le hace feliz y le bendice, porque él mismo se siente unido a Dios hasta toda la eternidad....
amén
Traducido por Hans-Dieter Heise