Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2868
2868 El poder de la intercesión....
3 de septiembre de 1943: Libro 37
En cuanto las personas rezan unas por otras, sus corazones son capaces de amar, y como el amor es fuerza, esta fuerza fluye hacia la persona a la que se dirige el amor.... La oración tiene efecto en el sentido de que la persona a la que se dirige la intercesión siente notablemente el flujo de fuerza, en el sentido de que siente alivio de su dificultad terrenal, o bien es ahora capaz de afrontarla. Y así, Dios cumple una oración dirigida a Él en el amor por el prójimo incluso de una manera puramente terrenal... Sin embargo, es mucho más beneficiosa la oración que sólo tiene por objeto la perfección espiritual, el reconocimiento y el esfuerzo por la luz y la verdad. También en este caso la oración tiene un efecto en forma de fuerza que el prójimo sólo tiene que aceptar de buen grado para poder reservar el mayor éxito espiritual con lo que, comprensiblemente, también se reducen las dificultades terrenales ya que estas, al fin y al cabo, sólo deberían cumplir el mismo propósito de ayudar a lograr la maduración espiritual. Pero cuando el ser humano ignora la fuerza que se le da por medio de la intercesión, Dios no puede reducir el sufrimiento de este ser humano cuya alma quiere salvar y que estará completamente perdido sin ella. El hombre quiere ayudar al prójimo que lo necesita.... pero Dios es amor.... y éste también quiere acudir en ayuda del ser humano. Y su amor y sabiduría reconocen el sufrimiento como el único medio para ganar al ser humano para la eternidad, y este amor y sabiduría, comprensiblemente, tiene que dejar sin respuesta la oración por el prójimo que sufre si la misma estorba la madurez del alma, que es el propósito y la meta de la vida terrenal. Y, por lo tanto, el cumplimiento de la oración debe dejarse siempre a la voluntad de Dios, pues éste sabe realmente mejor lo que proporciona al alma el mayor provecho espiritual. Dios ciertamente reconoce el amor pero si este amor, en la ignorancia humana, quiere poner fin a un sufrimiento que el mismo amor de Dios impone al ser humano, reconocerá ciertamente el amor en sí, pero, a su discreción, no cumplirá la oración para de esa menera llevar la redención al alma aunque aparentemente se desatienda la buena voluntad humana. Sin embargo aún así, la fuerza de la intercesión les beneficiará al facilitar que sus pensamientos se vuelvan hacia Dios, siempre que la voluntad del ser humano no se resista completamente a Él. Y por lo tanto, todo, el sufrimiento o la alegría, debe dejarse en manos de Dios y todo debe aceptarse de Su mano con devoción y gratitud, porque Él realmente sabe mejor lo que sirve a la gente, y lo dirige todo de manera que beneficie al alma y el ser humano pueda alcanzar la madurez espiritual si tiene la voluntad de hacerlo....
Amén
Traducido por J. Gründinger