Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2865
2865 Dios dirige la voluntad, el querer y el logro de quienes voluntariamente se entregan a Él....
30 de agosto de 1943: Libro 37
Allí donde se expresa la voluntad divina, la voluntad humana no puede afirmarse mientras esté dirigida contra ella. Dios sabe, qué voluntad se subordina a Él, y sólo confiará una tarea a aquel ser humano que recurra a Él, es decir, obviamente Él se expresará a través de él. Pero entonces ya no hay que temer resistencias serias que pueden dirigirse contra la voluntad divina. La voluntad del ser humano es libre, Dios de ninguna manera lo obliga, pero la gracia de Dios fluye a través de aquel ser humano que se dirige hacia Él, fortalece su voluntad y le hace capaz de reconocer el gran amor de Dios, y cuanto más alegremente la voluntad del humano se esfuerza hacia Dios. Y ahora Dios puede tomar posesión de la voluntad del humano sin afectar su libertad, porque el ser humano se hizo suyo.
Sin embargo, si se produce una debilidad de la voluntad, Dios impide la recaída total porque el ser humano mismo le ha dado el derecho de hacerlo mediante su entrega voluntaria, porque con ello Dios lo considera como propiedad Suya, que ya no permitirá que se le discuta.... Un ser humano que una vez fue infundido por la fuerza de Dios, a través de quien Dios Mismo actuó, porque se hizo suyo, se ha convertido en portador de fuerza y nunca perderá esta fuerza; sólo puede tomar conciencia de ella en una manera más débil; porque el mundo intenta alejar su voluntad de Dios y él no ofrece suficiente resistencia.
Pero Dios nunca permite que el humano sea víctima del mundo. La fuerza de Dios, que se ha expresado a través de él, lo protege de esto, porque el humano ya no quiere prescindir de ella, y es mucho más probable que renuncie al mundo si se le da la opción. Porque Dios sigue obrando en él y también le da el conocimiento adecuado cuando está en peligro. Y entonces el querer y la realización son obra de Dios, entonces Dios dirige también la voluntad del humano, ya no permite que vuelva a caer en la voluntad equivocada. Pero la primera entrega a Dios debe haber tenido lugar por voluntad del ser humano mismo, de lo contrario Dios no puede tomar posesión de él, de lo contrario no puede expresarse, es decir, la fuerza de Dios no puede fluir evidentemente hacia él. Y por eso el humano puede estar libre de preocupaciones, porque el amor de Dios lo protege de la apostasía total....
Dios no permite que el ser humano perezca cuando está en peligro de debilitarse, sino que le da nueva fuerza. Obviamente obra y dirige la voluntad hacia Sí mismo, porque sabe que el humano, que ya se ha entregado a Él en libre voluntad, se Lo agradece....
amén
Traducido por Hans-Dieter Heise