Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2779

2779 Voluntad humana debilitada.... Significado de la obra de Redención....

19 de junio de 1943: Libro 37

El hombre no es capaz de nada sin la gracia de Dios.... es decir, su voluntad está tan debilitada y su resistencia es tan baja que sin la ayuda divina no podría madurar espiritualmente madurar en la Tierra, porque es constantemente acosado por el oponente de Dios, que influye en su voluntad y, por lo tanto, lo hace incapaz de luchar contra él. La influencia del oponente de Dios sobre el hombre es tan grande porque éste le mantiene los placeres del mundo ante sus ojos y el hombre ahora puede determinar sobre sí mismo en el estado del libre albedrío.

Durante tiempos infinitamente largos su voluntad estaba atada y nada le era accesible, excepto lo que correspondía a su naturaleza. El libre albedrío ahora permite que su pensamiento, sentimiento y su voluntad se hagan realidad, sus deseos crecen y ahora se dirigen hacia cosas que todavía contienen elementos espirituales completamente inmaduros, es decir, que son parte del oponente de Dios, que éste ahora usa como un señuelo, para recuperar lo espiritual, que ya se había acercado nuevamente a Dios. Mediante estos señuelos debilita la voluntad del hombre de tal manera que no sería capaz de cumplir su verdadera tarea terrenal si Dios no lo sostuviera con Su gracia.... con Su ayuda....

La influencia del oponente de Dios sobre los seres humanos era enorme antes de que Jesucristo viniera a la Tierra, y la voluntad de los humanos era tan debilitada que casi nadie podía desprenderse de la materia, de lo espiritual inmaduro, que trata de encadenar lo espiritual ya más maduro a sí mismo. El oponente de dios gobernaba en el mundo, es decir, la voluntad del ser humano estaba completamente subordinada a su voluntad y, por lo tanto, tenía un gran poder.

La voluntad de un hombre ahora se le oponía.... Jesucristo reconoció la debilidad de los humanos y sus terribles consecuencias, y en Su excesivo amor por los humanos, buscó ayudarlos.... Él mismo Se sacrificó por ellos, para comprarles una voluntad fuerte, una voluntad capaz de resistir a la obra del adversario.... Este era un don que se adquiría inmerecidamente para los humanos, y nuevamente dependía de la voluntad de aquellos si querían aceptar el don o no. El oponente de Dios utiliza todos los medios para impedir que los humanos hagan uso de la gracia de la obra de redención, tratando de debilitarla o negarla por completo....

Y nuevamente es el amor y la gracia de Dios, que es extremadamente eficaz.... que a los hombres se les manda la verdad desde lo alto, que estén informados acerca de todo y que se les hace comprensible la necesidad de reconocer a Jesucristo como Redentor del mundo, que les resulta fácil creer en Él y por tanto ponerse en la bendición de la obra de la Redención.... La voluntad de los hombres es débil, pero Dios trata constantemente de darles fuerza y gracia, porque sin ellas el hombre no puede resistir los ataques de su oponente porque necesita constantemente la ayuda de Dios para poder dominar su tarea terrenal, para poder liberarse de la influencia de quien quiere provocar su caída.

A pesar de su debilidad, el hombre no está desamparado, porque todas las gracias de la obra de Redención están a su alcance, es decir, si cree en Jesucristo como Redentor del mundo, en Su muerte en la cruz por amor a la humanidad, que estaba bajo el hechizo del oponente.... Si invoca a Jesucristo para Su apoyo, también recibirá la fuerza para resistir; Será apoyado y sostenido en todos los problemas y peligros que amenazan su alma por Aquel en Quien su alma cree; Encontrará constantemente ayuda de Él, la gracia divina fluirá hacia él constantemente, podrá separarse de los bienes terrenales y esforzarse hacia Dios sin obstáculos; su espíritu reconocerá la verdad cada vez más clara y brillantemente, su amor crecerá y así le serán suministradas nuevas fuerzas.... Las gracias de la obra de Redención tendrán un efecto abrumador en él y lo ayudarán a su propia redención....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise