2776 El deseo de vivir. El miedo ante la muerte
16 de junio de 1943: Libro 34/35/36
Mientras la madurez del alma todavía esté poco desarrollada, la voluntad del hombre para vivir está muy desarrollada. Esto es comprensible porque el mundo todavía le sujeta simulándole la satisfacción de sus deseos. Mientras al hombre falte la fe en una vida después de la muerte, ceder la vida terrenal le resulta enormemente difícil, porque tal fe le permite mirar la vida en la Tierra desde un ángulo totalmente distinto.
Un hombre de fe profunda considera la vida en la Tierra como una estación intermedia - como una escuela por la que tiene que pasar para conseguir acogida en aquel Reino en que empieza la verdadera Vida. Y esta fe le dará la fuerza necesaria para vencer todos los obstáculos y las dificultades de la vida terrenal, mientras los incrédulos frecuentemente fracasan en ellos y a veces tiran su vida, imaginándose que ellos mismos pueden acabar con ella definitivamente.
Aquel que tiene una fe profunda, el día en que su vida esté reclamada la soltará con toda devoción, porque su atención está dirigida a la vida después de la muerte del cuerpo físico, y su deseo anhela por la unificación con Dios... pues percibe que únicamente esta es la verdadera vida.
Mientras el hombre hace caso de la Tierra y sus bienes, su aspiración por lo Alto está inhibida, porque todos sus sentidos aspiran por el mundo. Tan sólo el pensamiento que un día tenga que dejar la Tierra atrás, le resulta insoportable y le oprime. De esto se puede deducir su condición espiritual porque el amor al mundo discrimina al amor a Dios y al prójimo; y si es así, entonces el hombre tiene todavía un espíritu muy inmaduro. Es decir, su alma aún no ha encontrado la unión con el espíritu en ella; de modo que aún no está al tanto y no sabe nada que podría valer más que le vida terrenal.
En estas condiciones cada pensamiento en la muerte para él es un horror, porque quiere vivir para disfrutar y anhela los bienes mundanos. Pero el bien espiritual lo ignora. Ahí se trata de un bajo espiritual que no puede ser censurado suficientemente, dado que el hombre se encuentra en el gran peligro de poder perder su vida - en el sentido material tanto como en el espiritual. Porque si no aprovecha la vida terrenal para buscar la conexión con Dios, la vive en balde; y por eso le toca olvidarse de su vida ya antes, para que no se pierda en un amor demasiado arraigado a la materia, lo que equivale a una muerte espiritual. Porque la vida en la Tierra es una Gracia concedida al hombre para el desarrollo del alma hacia lo Alto y para vencer la materia... para encontrar entrada en el Reino espiritual.
Pero si la verdadera tarea del hombre en la Tierra queda ignorada, entonces él mismo se ata a la materia; por eso hay que arrancarle de esta a la fuerza, terminando su vida terrenal. Mientras al hombre el pensamiento en la muerte física le resulte insoportable, ¡es porque él no considera su verdadera misión en la Tierra! Su deseo de vivir es tan fuerte que hace todo para proteger la vida mundana y para prolongarla, convencido de que él mismo la puede controlar... pero aun así tiene miedo que la pudiera perder antes del tiempo.
Únicamente en vista del Reino del Más Allá, en la fe en la vida del alma después de la muerte del cuerpo, la muerte empieza a perder sus horrores; porque entonces el hombre reconoce que su vida en la Tierra no es sino un preparatorio para la verdadera vida que dura eternamente.
Amén.
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