Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2444

2444 No darse cuenta de la injusticia.... Defender la justicia....

9 de agosto de 1942: Libro 33

La ceguera de los humanos llega tan lejos que ya no son capaces de distinguir dónde acaba el derecho y dónde empieza la injusticia. Cada uno juzga según sus sentimientos, y este sentimiento corresponde a su forma de vida, a su actitud interior y a su actitud hacia Dios y el mundo. Uno es consecuencia del otro; es la vida de un humano la que determina cómo juzga las acciones de sus semejantes. Y, en consecuencia, la injusticia ya no es reconocida como tal ni aborrecida, sino tolerada y aprobada, porque la humanidad ya no vive según la voluntad divina, sino que se desvía lejos de los mandamientos de Dios, de los mandamientos del amor.

Pero si se les indica de cumplir los mandamientos de Dios, incluso esta indicación se considera como una injusticia, mientras que el hombre puede cometer abiertamente injusticias sin la desaprobación de sus semejantes. Y esos son condenados y marcados públicamente. Y en esto consiste el pensamiento equivocado de los humanos, la desviación del camino correcto.... Pero el que piensa legalmente ya no pondrá defender su derecho, tendrá que inclinarse tan pronto como tema el poder terrenal; Y, sin embargo, no debe dejarse engañar, debe hacer y decir lo que le condena su corazón, debe saber que cuando lucha por el derecho y la justicia, está defendiendo a Dios, que Él Mismo es el Ser más justo y también exige lo mismo de los seres humanos.

Debe saber que su silencio equivale a tolerar la injusticia, que tiene que hablar si a través de esto se puede evitar injusticias. Tampoco debe dejarse asustar por las amenazas del mundo, donde es importante proteger las almas de sus semejantes contra errores o instrucciones falsas. Porque estos nuevamente resultan en innumerables acciones equivocadas o injustas. Justo es todo lo que una persona puede justificar ante Dios, o de lo que su conciencia le permite hacer con la más estricta autocrítica.... Pero quien reconoce a Dios Mismo como juez sobre sí mismo, sobre sus acciones y pensamientos, la voz de la conciencia también le guiará correctamente que Dios ha puesto en el corazón de cada ser humano como advertidor y exhortador....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise