Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2319
2319 Templo del Señor...
30 de abril de 1942: Libro 32
El alma humana es el templo del Señor, si se ha formado para el amor y ahora Dios Mismo habita en ella. Y este templo es agradable a Dios, porque ahora el ser humano sirve verdaderamente a Dios, porque su actividad amorosa lo ha convertido en un servidor de los hombres, y Dios recompensa tal amor con Su cercanía... Entra en el corazón del ser humano que adornó este para que fuera un templo del Señor. La presencia de Dios es el don más precioso para el hombre y por lo tanto el corazón que se le permite cobijarlo también es santificado. Se ha convertido en un templo de Dios, donde Dios Mismo hace sonar su voz, que el hombre puede oír, en cuyo corazón Dios ha hecho morada.
Oír la voz de Dios hace al hombre la criatura más feliz en la tierra, y ahora sabe que Dios es sobremanera bueno y santo, que Su amor es ilimitado, que se inclina hacia el hombre... El hombre mismo se ha convertido en el templo del Señor y se ha producido la unión con Dios... esta es una unión dichosa, una unión de lo que una vez emanó de Dios, con su Creador, y tal unión debe traer al ser humano la mayor felicidad. Y esta dicha debe ser el resultado de una vida de amor, porque donde hay amor, está Dios... y donde está Dios, hay dicha inimaginable.
Tan pronto como el hombre ha convertido su corazón en un templo para el Señor, es un hijo de Dios que tiene todos los derechos del niño. Y así también se le permite hablar con el Padre de boca en boca, Le puede oír de cerca, puede oír Su voz, hacerle preguntas y desear una respuesta, y se alegrará mucho al saber que el Señor está dentro de él en todo momento. Porque cuyo corazón el Salvador ha elegido para Su templo, jamás perderá Su amor y gracia, porque el amor divino se ha apoderado de él y nunca más lo abandonará.
Su espíritu se ha unificado con el Espíritu Padre y por eso no habrá recaída. El hombre ha pasado la prueba de la vida terrenal, finalmente se ha liberado del poder del adversario de Dios por su propia voluntad y se ha decidido por Dios, Que ahora premia su voluntad con Su amor ilimitado, con Su presencia, con Su voz, que ahora le suena en él, donde y cuando quiere escucharla. Y así el corazón humano se ha convertido en un templo, que alberga lo Santísimo, el divino Señor Mismo, Que ha tomado residencia en él, como Él lo ha prometido...
amén
Traducido por Hans-Dieter Heise