Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2299

2299 Servir.... Vicio de la ociosidad....

12 de abril de 1942: Libro 32

El paseo por la vida terrenal es un servicio consciente e inconsciente, pero siempre una actividad para que este paseo sea soportable. Si el servicio no es posible para la esencia, entonces se trata de un estado de muerte, provocado por la propia voluntad, pero indescriptiblemente doloroso. En la etapa humana, sin embargo, el ser es libre de actuar en servicio o permanecer inactivo. Y esto no es tan doloroso como en las etapas anteriores, pero es aún más grave porque la indolencia supone una enorme tensión para el alma. El alma percibe la inactividad como un obstáculo hacia las alturas. Ella lo siente, pero está más dirigida al cuerpo y satisface sus deseos.

Y así como descuida su tarea en la Tierra, tampoco cumplirá con las exigencias que se le imponen en el más allá para cambiar su agonizante condición, que la consecuencia de su vida en la Tierra y el efecto de ella. No reconocerá su estado de inactividad en el más allá como la causa de su sufrimiento y, por tanto, tampoco estará dispuesta a escapar de ello, pero seguirá sintiendo el tormento de su falta de libertad. Además, como en la Tierra, deseará las diversiones y la realización de los deseos terrenales, pero nunca estará dispuesta a ayudar en el servicio del amor a quienes sufren como ella. Esta condición es extremadamente desesperada si el alma no tiene un impulso interior a la actividad, lo cual es una consecuencia de su estilo de vida inactivo.

En la Tierra, la fuerza fluye constantemente hacia los humanos, y esta debe usarse, debe ser usado para una actividad de servicio, porque sólo a través de esta el alma se redime y también ayuda a lo espiritual aún inmaduro en la materia a desarrollarse más. Pero tan pronto como un ser humano se entrega a la ociosidad, abusa de las fuerzas que le llegan sin obtener ningún beneficio para su alma. Esto sólo sería un estancamiento si la ociosidad no fuera al mismo tiempo el peligro de que los humanos cayeran en vicios que significarían para ellos una regresión.

Pero ahora, el oponente de Dios entra en acción ofreciendo al humano perezoso todas las comodidades de la vida terrenal e instándole a perseguirlas, la avidez de placeres, la glotonería y los deseos carnales lo llevan a cometer muchos pecados, debilitan el cuerpo y el alma y lo vuelven incapaces de resistir. El deseo de los bienes terrenales aumenta y el alma ahora se mantiene completamente alejada de su actual tarea terrenal si no cede a la urgencia del espíritu, que le anima a abandonar este modo de vida.

Si el alma todavía reúne esta fuerza de voluntad, entonces se salva, pero este requiere un gran esfuerzo de voluntad y una oración sincera a Dios para que la apoye y fortalezca. En la mayoría de los casos, sin embargo, el deseo por el mundo va de la mano de la ociosidad, y el hombre no presta atención a la tarea espiritual. Y el alma tiene que pagar amargamente en el más allá por un estilo de vida tan equivocado, porque no se le ahorran los tormentos de la inactividad. Tiene que soportarlos hasta que ella misma anhela la actividad, lo que puede llevarle un tiempo increíblemente largo....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise