Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2154

2154 La obra espiritual divina requiere una fe indudable....

18 de noviembre de 1941: Libro 31

La obra espiritual divina requiere una fe indudable, porque la obra espiritual es el aflujo de la fuerza de Dios, que comprensiblemente nunca puede darse a un ser humano que no sea un creyente pleno. Lo que el Espíritu de Dios transmite al humano a menudo suele ser incomprensible para la mente humana. Sin embargo, la fe lo afirma todo, aunque la mente no lo comprenda. Pero si Dios se da a conocer a través del Espíritu, entonces también quiere lo que da sea aceptado en la fe, porque su don es demasiado precioso para ser entregado a aquellos que son débiles en la fe, es decir, que dudan de la verdad divina.

Al creyente nada le parece imposible, nada incomprensible y nada impracticable, por eso acepta cada enseñanza sin dudar de su veracidad. Pero la incredulidad pone límites; Cualquiera que permanezca en la incredulidad siempre pondrá objeciones porque no conoce la obra del espíritu en el ser humano, porque no sabe nada y porque ahora juzga según su entendimiento mundano. Porque el incrédulo nunca podrá recibir la verdad directamente, sino que tendrá que serle transmitida. En consecuencia, como no puede creer, rechazará la comunicación de aquel que permite que el Espíritu de Dios obre en él, porque aún no es capaz de recibir la verdad divina.

La fe debe ser fuerte, sólo así el hombre llegará a ser tal que se somete a Dios en la más profunda humildad. Debe creer en Dios, sólo así se esforzará por vivir como Él quiere. Para cumplir la voluntad de un poder, primero hay que reconocer el poder, y esto es la fe.... El hombre tiene tendencia a contradecir, y contradecirá hasta que la chispa espiritual despierte dentro de él, y ahora le provee información, y verdaderamente de la misma manera, porque el Espíritu de Dios no puede anunciar otra cosa que la verdad....

(18/11/1941) El ser humano creyente reconoce la verdad como tal, pero el incrédulo está convencido de que se le ofrece mentira y la rechaza. Pero tampoco tiene deseo de la verdad, de lo contrario su voluntad de rechazarla no sería tan grande, porque poder creer es sólo la consecuencia de querer creer. Si un ser humano quiere llegar al conocimiento y le resulta difícil creer, el amor de Dios se preocupa constantemente por él, porque su voluntad es decisiva.

Mentalmente es instruido y mentalmente se le presenta mucha sabiduría, que él prueba una y otra vez, y su voluntad de rechazar se vuelve cada vez más débil. Esto también es obra del espíritu, sólo que en una forma diferente a la transmisión directa de la sabiduría de Dios, que requiere fe plena. Pero la voluntad de verdad es ya una afirmación de la Deidad Eterna, es decir, una creencia inconsciente, y Dios la aumenta y la fortalece tan pronto como el humano se lo toma en serio.

Si ahora se le acercan a este humano las expresiones directas del espíritu, no responderá inmediatamente afirmativamente, pero le darán motivos para pensar. Y reconocerá que lo que se le ofrece no se desvía de sus pensamientos; reconocerá la armonía de lo que había en su mente y lo que ahora se le transmite. Y así aprende a creer porque quería creer, porque inconscientemente se esfuerza hacia Dios. Y Dios no le deja esforzarse en vano, Dios se deja encontrar cuando es buscado y sale a su encuentro Él Mismo en forma de la verdad, que ahora el humano la reconocerá como tal.

La fuerza de Dios fluye constantemente hacia los seres humanos y el Espíritu de Dios obra constantemente en aquellos humanos que se forman de tal manera para que Él pueda obrar en ellos, porque Dios quiere difundir la verdad, quiere arrebatar a los humanos de las tinieblas espirituales, y donde el Espíritu de Dios obra, allí hay luz y brillo....

Amén

Traducido por Hans-Dieter Heise