Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2045

2045 Tibieza.....Debilidad de voluntad..... Aflojamiento en la oración.....

27 de agosto de 1941: Libro 30

Cuanto más tibia es el humano, mayor influencia tiene que temer del adversario. Entonces no ofrece resistencia ni busca la fuerza de Dios, por lo que corre el mayor peligro de debilitarse y sucumbir. Siempre debe tener en cuenta que el ascenso a las alturas es difícil y que un debilitamiento de su fuerza de voluntad puede resultar fácilmente en un paso atrás, lo que requiere un mayor esfuerzo para alcanzarlo.

El adversario está vigilante, es decir, no desaprovecha ni un momento de debilidad del humano, pero también debe estar vigilante para no exponer su alma al peligro de ser acosada por el adversario. Y debería orar por fortaleza cuanto más débil se sienta.

Pero incluso si comienza a volverse tibio en la oración, la violencia del oponente sobre él es grande. Y, sin embargo, no se le puede ahorrar la lucha contra esta violencia. Ciertamente hay seres espirituales que le dan la mano, sin embargo hay que solicitar su ayuda porque no pueden actuar sin el llamado.

Y el humano a menudo no logra hacer este llamado en horas de voluntad débil, y entonces queda indefenso contra el poder del oponente. Y él mismo tiene que luchar contra él, lo que a menudo resulta muy difícil. Y es siempre la negligencia en la oración lo que debilita su voluntad.

Cuanto más a menudo y más íntimamente el humano se conecta con Dios, menos expuesta está a las influencias del enemigo, porque ambas cosas a la vez, el poder de Dios y el poder del adversario no pueden ser eficaces al mismo tiempo. Pero el poder de Dios siempre es más fuerte y elimina cualquier obra de las fuerzas del mal.

En horas de necesidad, tibieza y debilidad de voluntad, basta un llamado sincero de apoyo de los seres buenos y el obrar de aquellas será detenido. Sólo debe estar presente en el humano la voluntad para el bien, y pronto la intimidad de la oración aumentará de nuevo y el humano habrá escapado del peligro.....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise